Cruzando los abismos sobre bestias aladas
desoyendo consejos de las voces sensatas
con los dardos del viento golpeando en mi piel.
Prosiguiendo mi viaje con feroz alegría
hasta llegar al prado donde todos concurren
a los sones hipnóticos de la flauta de Pan.
Con los faunos comparto los bailes y los cuencos
de licores preciosos del agua destilados
por las ninfas que moran
presas en manantiales
de los que sólo ahora les permiten salir.
Los guardianes gigantes, cuyo nombre se oculta,
se esconden en el bosque y no quieren mirar.
Les da miedo y vergüenza presenciar la alegría
de los que no pensamos, a fuerza de pensar.
Y sabemos sentirnos, tocarnos y mirarnos.
Y sabemos olernos como brotes tronchados.
Escuchamos al mirlo cuando muere la tarde,
mas los ruidos nocturnos nos hacen anhelar
cosas desconocidas,
cosas fuera del prado,
ocultas en estrellas
o en el sótano bajo
de la casa más vieja que se hunde en la ciudad.
(Pilar Monedero-Fleming)