@MonederoFleming
Anoche soñé con lo mismo.
Con los días de color naranja.
Empieza el verano.
Vacaciones. Los días estaban todavía sin desprecintar. Todo era posible. El verano era infinito y mis días eran de color naranja.
Eran de agua, de aire, de olor a cloro de piscina y a hoja tierna calentada por el sol, y a césped recién cortado.
Mi madre me cosía vestidos de tirantes. Yo me empeñaba en comprarme unos vaqueros. Y unas sandalias preciosas, de color naranja.
El río verde olía a limpio, a caña de azúcar. Qué gloria nadar en su agua fría y salir de ella como recién bautizada.
Nadar, nadar y nadar bajo una tormenta, los relámpagos deslumbrantes sobre la cabeza y los truenos retumbando entre la arboleda. Es peligroso.
La belleza mata al miedo.
Empapada de agua fría hasta que se acorchaban las yemas de los dedos y la carne se pone de gallina.
¡Salir del agua, corriendo a toda prisa en busca de una toalla!
La bicicleta era vieja –recuerdo sus costras rojizas de óxido- y me quedaba pequeña, pero, qué gusto recorrer con ella las sendas del pinar.
Música de cigarras, romero, espliego y tomillo exhalando su perfume caliente
entre el polvo, al atardecer.
Ahora, sobre ese pinar han construido un barrio entero.
Quedan, como avergonzados, unos cuantos pinos testimoniales.
Los días eran entonces de color naranja, y las noches, sólo con respirar hondo, eran de Terciopelo Azul, Blue Velvet.
La muerte no existía sino como vago concepto, lejano e irreal,
en los días de color naranja.
El futuro estaba lejos, esperando, empaquetado para regalo,
unos bombones de guindas que, sin advertirlo, se van quedando rancios.
El tiempo era todo lo lento que puede ser el tiempo, que es mucho o nada,
porque todavía tenían que pasar muchas cosas,
cosas para imaginar en los días de color naranja.
El mundo, nuestro mundo, sería cada vez más y más interesante.
Recuerdo una mariposa empapando de luz naranja sus alas,
posada sobre el cristal entreabierto, estallando de reflejos, de la ventana de mi habitación.
Claramente, hoy el mundo no es mío-nuestro y decepciona cada día.
El tiempo pasa muy deprisa, con el pie apretando el acelerador.
Y ya no quedan más días de color naranja.
La porcelana del váter
guarda en su alforja maldita
el vómito provocado,
la negación de mi yo.